Las abejas, pequeños insectos primos de las hormigas y de las avispas, cumplen el segundo proceso más importante de la naturaleza: la polinización, después de la fotosíntesis. Este proceso beneficia a los seres humanos, las plantas y el planeta entero. La mayoría de cultivos para alimentos humanos dependen de las abejas y de este proceso. Aunque existen otros polinizadores, como los murciélagos, las aves y otros insectos, sin duda alguna, las abejas son de las más importantes. Según la ONU, el 75% de los cultivos alimentarios y el 35% de las tierras agrícolas mundiales dependen en cierta medida de la polinización.

Al transportar el polen y néctar de flor en flor, las abejas mejoran la producción de aproximadamente 170.000 especies de plantas, influyendo de manera positiva sobre la seguridad alimentaria; contribuyen al mantenimiento de la biodiversidad y facilitan la reproducción y la germinación de las plantas. Además, el intercambio de material genético sirve para que las plantas puedan ser más resistentes, adaptarse a los cambios en el ambiente y protegerse de patógenos o enfermedades.

Se calcula que hay aproximadamente 20.000 especies de abejas adaptadas a los diferentes climas, estaciones y altitudes del planeta. Es decir, han colonizado todos los ecosistemas donde hay plantas con flores, y su distribución es tan amplia que se encuentran en todos los continentes, con excepción del Ártico y la Antártida.

Foto: María Isabel Henao.

Las abejas se dividen en dos grupos principalmente: las solitarias y las sociales. En el primer grupo encontramos únicamente abejas con aguijón, y dentro del grupo de las sociales se encuentran las abejas con y sin aguijón. Las abejas sociales viven en estructuras muy organizadas (Eusocialidad), conformadas por una reina, las princesas, los zánganos y las obreras️. Estas últimas, están encargadas de la mayoría de actividades en la colmena: limpieza, alimentación de las larvas, construcción de las celdas del panal, almacenamiento de alimentos, recolección de néctar y polen, ventilación para deshidratar el néctar, entre otras funciones.

Las abejas se reproducen por medio de huevos, los cuales son alimentados con una mezcla de polen y néctar. Durante el proceso de metamorfosis, los huevos se convierten en larvas, las cuales carecen de patas y tienen la apariencia de gusanos blanquecinos. Al pasar por varias mudas, llegan al tamaño final transformándose en pupas. La metamorfosis culmina cuando el adulto emerge del capullo, pocos días después. Este tiempo de incubación varía: la reina tarda en nacer aproximadamente 16 días, mientras que la obrera necesita 21 días de incubación y el zángano 24. Esto una vez que el huevo ha sido puesto y fecundado.

En los últimos años, el tema de las abejas y de su importancia para la agricultura ha cobrado una gran relevancia, pero esto se debe, en parte, a las pérdidas de sus poblaciones. Se estima que, en Colombia, se ha perdido, en los últimos ocho años, cerca del 40% de las poblaciones. A este ritmo el país podría, en tan solo 12 años, perder las poblaciones de abejas, y con ello la diversidad de alimentos se vería amenazada, resultando en un problema para la seguridad alimentaria y el desequilibrio económico.

Los proyectos de meliponicultura en la Orinoquia y el Caribe de Colombia

Las abejas meliponas son nativas del continente americano, y eran utilizadas por los pueblos indígenas precolombinos para la obtención de miel como alimento y medicina. Además, utilizaban la cera para impermeabilizar utensilios y la fabricación de orfebrería.

La meliponicultura es la técnica de cría y manejo de abejas sin aguijón. Desde la Fundación Omacha, se desarrollan diferentes iniciativas de meliponicultura que contribuyen a la conservación de las abejas nativas, en las regiones de la Orinoquia, con la Fundación Oleoducto Vivo; y el Caribe, con la   Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y del San Jorge – CVS, Corporación Autónoma Regional del Atlántico – CRA, concesionario Ruta Costera, empresa Urrá S.A. E.S.P., entre otros; y mano de las comunidades quienes han recibido capacitaciones en el manejo de especies y están a cargo del cuidado de los meliponarios base. Estas iniciativas buscan incentivar el desarrollo de proyectos productivos en torno a las abejas, como fuente de ingresos para las comunidades, beneficios para la salud mediante el uso de la miel como medicina y como estrategia para enfrentar el cambio climático, en estas regiones tan vulnerables a los efectos de este.

Foto: María Isabel Henao.

«Bendito sea Dios, es una bendición tener esas abejas»

Paula Ortega, profesional de la Fundación Omacha y Germán Lotero, ingeniero agrónomo y consultor en temas de meliponicultura, conocieron a Edgar Vanegas, habitante de la vereda Remolinos (municipio Puerto López, Meta), lleva 33 años trabajando con las abejas guanotas (Melipona compressipes) y, junto a su esposa Blanca, las ha cultivado de forma artesanal en cajas y troncos. Gracias a su participación en el proyecto Oleoducto Vivo, se espera que las 33 colonias, que ha cultivado durante sus años de trabajo, se dupliquen aplicando las técnicas aprendidas en el proyecto. En palabras de don Edgar “La lucha de bregar a que esta especie no se nos vaya a desaparecer. Bendito sea Dios, es una bendición tener esas abejas que están muy escasas para conseguirlas”.

«Hemos tenido la oportunidad de aprender sobre las abejas y no solo para obtener miel y cera, pues ahora queremos potenciar este proyecto y ampliarlo hacia el ecoturismo y el turismo sostenible en nuestra región», cuenta Reinel Cabrera, un agricultor de 64 años que siembra yuca y ñame en el Distrito regional de manejo integrado DRMI Banco Totumo Bijibana, en el municipio de Repelón departamento del Atlántico y que ha sido beneficiado con del Plan de Compensación Ambiental de la Ruta Costera.

Estos proyectos se convierten en referentes para frenar los efectos devastadores que tiene el cambio climático en estas regiones, en especial debido al aumento de los monocultivos y al cambio de uso de la tierra que se ha generado en los últimos treinta años en el territorio. Impulsar los proyectos de meliponicultura en el territorio se convierte en una estrategia para conservar a estos importantes y vulnerables insectos, los cuales son vitales para los ciclos de vida en el planeta.