Los centros de atención y valoración de fauna silvestre (CAV) son los lugares a donde llegan animales víctimas del tráfico ilegal, una vez las autoridades ambientales y policía realizan su rescate o por entregas voluntarias. Estos centros son necesarios por la inconciencia de quienes los alejan de su medio natural por el capricho de tenerlos como mascotas o para conseguir un dinero por su venta en el mercado negro de especies. Mercado que los destina a una vida en zoológicos o colecciones privadas, o a la muerte por el consumo de su carne, uso de sus pieles para elaborar artículos de cuero y uso de la grasa y otras partes del cuerpo como insumo para terapias no avaladas ni demostradas científicamente o por simple superstición.

Muchas entregas voluntarias las hacen quienes se dan cuenta de la imposibilidad de hacer de un animal silvestre una mascota, pues así lo tengan desde pequeño, al llegar a adulto comienza a ser agresivo, no lo pueden dominar y viéndose encartados lo entregan. Estos animales suelen sufrir traumas y laceraciones, es el caso común de los primates que suelen ser amarrados de la cintura a un poste, o de aves como loros y pericos a las que cortan las alas para que no puedan escapar volando.

Las temporadas pico de tráfico de fauna son semana santa (en especial de tortuga hicotea para su consumo) y a finales y principios de año (en especial babilla porque la época seca las expone al salir a reproducirse y buscar cuerpos de agua con suficiente nivel).

La CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) tiene por finalidad velar que el comercio internacional de especímenes de animales y plantas silvestres no constituya una amenaza para su supervivencia. Estima que anualmente este comercio se eleva a miles de millones de dólares y afecta a cientos de millones de especímenes de animales y plantas. Hoy en día 183 países han adherido a la convención CITES, los cuales deben proteger las 5.800 especies de animales y 30.000 especies de plantas amparadas contra la explotación excesiva debido al comercio. Colombia es parte de la CITES gracias a la Ley 17 de 1981 y por tanto sus autoridades ambientales se deben alinear en la protección de la fauna silvestre.

Colombia por su parte tiene una extensa normatividad para la protección de la fauna silvestre en el país. A la cabeza está el Código Nacional de Recursos Naturales Renovables y de Protección al Medio Ambiente, Decreto 2811 del 18 de Diciembre de 1974 versan sobre la protección a la fauna silvestre, entre otros, la Constitución Política de 1991, la Ley 99 de 1993, la Ley 84 de 1989, la Ley 599 de 2000 (Código Penal colombiano) y la Resolución 2064 de 2010 (de manera especial reglamenta medidas de decomiso de fauna silvestre y su proceso de rehabilitación y liberación).

La misión de los CAV

Trabajando por la fauna silvestre, las corporaciones autónomas regionales reciben en sus CAV los animales rescatados o entregados para llevar adelante un proceso de valoración médica, biológica y nutricional, y para determinar si el animal es apto para ser liberado inmediatamente o de manera posterior; en cuyo caso el CAV diseña un programa de rehabilitación adecuado que lo prepare para su liberación. La Fundación Omacha actualmente apoya la administración y gestión del CAV de la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y San Jorge (CVS) en Montería, Córdoba. Un conjunto de profesionales en biología, veterinaria, y personal de servicios generales y pasantes, apoyan el cuidado de la salud de los animales y sus procesos de rehabilitación, en los cuales son clave la alimentación, ambientación de jaulas y recintos, y la investigación y estudio constante de las especies para encontrar las mejores soluciones. El proceso de retorno a los hábitats naturales requiere del concepto técnico del estado del animal por parte de la Fundación Omacha, quien recomienda además el área de liberación.

La CVS emite los permisos, autoriza el lugar y aprueba los recursos para el desplazamiento. Así como pueden ser vía terrestre sencilla hasta una ciénaga, las liberaciones pueden convertirse en todo un operativo para llevar a un animal hasta un hábitat seguro lejos de comunidades que no deseen su cercanía, caso de los felinos, y necesitar de largos desplazamientos en carro, lancha y hasta en andas sobre los hombros del equipo humano encargado (por supuesto en una jaula especial de contención que aísla lo más posible el exterior para reducir el estrés del animal).

Generalmente la fauna silvestre que llega al CAV – CVS proviene de ríos, cuerpos de humedal y relictos de bosque seco del departamento de Córdoba y otros lugares de la región Caribe. En ese sentido, los animales que llegan al CAV son típicos de estos ecosistemas: primates (titís, monos cabeciblancos, ahulladores rojos y negros, marimondas o monos araña, y machines), aves (canarios, loros, guacamayas y pericos), osos perezosos, tamandúas, reptiles (tortugas y babillas) y felinos (pumas y tigrillos). Por supuesto, deben ser liberados en estos ambientes, jugando un papel importante para este fin las ciénagas de Lorica, Ayapel y Betancí, las Reservas Naturales de la Sociedad Civil (RNSC) y Parques Nacionales Naturales.

Velando por la vida en el CAV de Montería

Hacer “mercado” en el CAV es todo un reto pues si bien no es posible replicar tal cual la alimentación de la vida silvestre, los animales deben recibir las dosis nutricionales necesarias para mantener su bienestar y las habilidades que necesitarán para conseguir una vez libres alimento en su medio. Los proveedores llevan constantemente frutas, mazorcas, cilantro, apio, lechuga, zanahoria, fríjoles y lentejas. También pollo para babillas y felinos, más vísceras para estos últimos. En este momento el CAV se esfuerza por tener muy pronto sus propios bioterios de tenebrios (gusanos que comen primates) conejos (para los felinos) y ratones (para las boas).

Los veterinarios, en la clínica de atención básica del CAV, atienden heridas o enfermedades que aquejen a los animales. Por citar un caso, realizan y monitorean el “arreglo de vuelo”, que consiste en extraer desde la raíz las plumas cortadas a las aves para estimular la salida de nuevas y completas con las que recuperen su capacidad de vuelo. Se requiere de varios meses para que la pluma esté al tamaño adecuado y para que el animal maniobre bien en el aire. Algunas guacamayas y loros ya han sido liberados en la Estación Ecológica Las Guartinajas tras este procedimiento.

Las dificultades de la rehabilitación

Las personas no logran imaginar las consecuencias que conlleva el capricho de tomar como mascota a un animal de la vida silvestre. El tiempo en trabajo de horas hombre y el dinero que hay que invertir en la rehabilitación para su liberación es alto, así como lo es el padecimiento de las especies al ser sacadas de sus hábitats. Por más que nos esforcemos en darles los cuidados y la nutrición más óptima, se generará un nivel de estrés ante el inevitable exceso de estímulos de otras especies (incluso depredadoras) o el confinamiento a jaulas o recintos.

Un ejemplo es la rehabilitación y liberación de primates como el tití, pues hay que esperar a cohesionar un grupo como mínimo de 3 animales, donde haya hembra y macho para que conformen un grupo familiar y se aumenten sus posibilidades de sobrevivir en vida silvestre. El proceso requiere de un acercamiento inicial entre ejemplares que se juntan esperando aceptación entre sí.

Entre las señales de que esto ocurre, está el dormir en el mismo refugio. El final de la rehabilitación se realiza en el área de liberación escogida, habilitando un recinto en el bosque, en altura, no sobre el suelo, y con ambientaciones lo más parecidas al entorno, por ejemplo: ramas, insectos o exudados de ámbar parte de su dieta, y bromelias o troncos huecos donde puedan tomar agua. En este momento, para que se desacostumbren de la presencia del ser humano, se encarga de su cuidado una sola persona.

El caso de los felinos es también delicado. Son animales que diariamente recorren un territorio enorme, y por cuenta del tráfico de fauna se ven de repente confinados a una jaula. Cuando llegan muy cachorros sus posibilidades de ser liberados en vida silvestre aumentan en nivel de dificultad o se anulan. No tienen una madre que les enseñe las habilidades de caza y otras necesarias para la sobrevivencia. Sacarlos adelante requiere de mucho cuidado y trabajo por parte de humanos, lo cual hace inevitable la impronta. Además, las “plazas” para estas especies en zoológicos del mundo no se abren con frecuencia. Para aquellos que llegan juveniles o adultos la esperanza está en encontrar un área protegida o una gran RNSC donde ser recibidos. De igual manera, dan esperanza la implementación de acciones como las de las fincas antidepredación, que ayudan a disminuir el ataque de felinos al ganado y a generar procesos de convivencia en el campo.

¡¡Llamado a la acción!!

Nuestro llamado es a combatir y denunciar el tráfico de fauna silvestre en todo el territorio nacional, a ganar conciencia de que una cosa son los animales domésticos como perros y gatos y otra los animales silvestres, y a respetar el derecho a la vida en el entorno natural. Denuncie desde su celular a la línea 123 de la Policía Nacional o acérquese a la autoridad ambiental más cercana. En el caso de CVS la línea gratuita de atención es 01 8000 91 4808.

En este enlace web puede también reportar por escrito a la Policía Nacional.