Desde el año 1989, Colombia hace parte del Tratado Antártico, cuyo propósito es asegurar el “interés de toda la humanidad que la Antártida continúe utilizándose siempre exclusivamente para fines científicos y pacíficos, y que no llegue a ser escenario u objeto de discordia internacional.”
Además, desde el 2016, nuestro país fue aceptado como miembro asociado del Comité Científico para la Investigación en la Antártida (SCAR, por sus siglas en inglés), es decir, Colombia por medio del Programa Antártico Colombiano “ingresa a este grupo de alto nivel científico que se especializa en el manejo y conservación de los espacios Antárticos y los mares del sur, con el objetivo de continuar desarrollando investigaciones lideradas por la academia y los sectores público-privado que permitan contribuir a resolver problemas para el desarrollo regional y local, con los beneficios de ampliar nuestra participación en diferentes redes de transferencia de conocimiento, integrando el talento humano nacional hacia el fortalecimiento de la cultura de país marítimo en Colombia”.
La III Expedición Científica de Colombia a la Antártida "Almirante Padilla" Verano Austral 2016 – 2017 tuvo como objetivo materializar el interés de Colombia en la Antártida para preservarla como patrimonio de la humanidad, y la Fundación Omacha hizo parte de esta expedición.
El trabajo de la Fundación Omacha, en conjunto con Conservación Internacional Colombia, Fundación Malpelo, la Facultad de Ciencias de la Universidad de los Andes y la Fundación Yubarta; se enmarca dentro del Programa de Investigación en Mamíferos Antárticos y la realización del Proyecto de Investigación en Mamíferos Marinos Antárticos: con especial atención hacia cetáceos migratorios a aguas colombianas que está contemplado en la Agenda Cientifica Antartica Colombiana 2014-2035 a través de dos áreas temáticas: 1.) Relaciones entre Suramérica y la Antártida y 2.) biodiversidad de organismos Antárticos.
El biólogo Adrián Vásquez-Ávila de la Universidad Nacional de Colombia, e investigador y Observador de Fauna Marina (OFM) de Omacha, nos relata su experiencia no solo profesional, sino de vida durante este recorrido a bordo del buque ARC “20 de Julio” de la Armada Nacional de la República de Colombia.
“Nuestro objetivo es ampliar el conocimiento y la información sobre mamíferos marinos en el Océano Glacial Antártico para contribuir, como país, a las investigaciones que se generan alrededor de estos organismos. También buscamos establecer la conectividad existente entre las poblaciones migratorias de ballenas jorobadas que transitan entre el Pacífico colombiano y la Antártida, al igual que generan cooperación internacional en torno a la investigación en mamíferos marinos”. Con esta explicación, Adrián comienza su relato de esta experiencia.
El día comenzaba con un "Alce arriba"
La expedición zarpó, desde Cartagena de Indias, el 16 de diciembre del año anterior. Recorrió en 76 días una distancia de 12.337 millas náuticas (22.848 km) navegando por aguas del Caribe y del Pacífico colombiano, así como aguas de Panamá, Ecuador, Perú, Chile, Argentina para finalmente arribar al continente blaco, especificamente a la Península Antártica. A bordo, iban entre 90 y 100 tripulantes, 3 de ellos investigadores civiles (dos de nacionalidad mexicana) y 20 de la Armada Nacional.
Entre las 5:30 y 6:30 de la mañana la tripulación se despertaba con música y comenzaban las tareas asignadas para el buque, en el caso de los marinos, y las labores de la expedición propias de los investigadores. El desayuno se servía de 6 a 7 u 8 de la mañana, el almuerzo era de 12 a 1 de la tarde y la cena, entre 6 y 7 de la noche. "En mi caso, compartí una habitación pequeña con 8 tripulantes más, manteníamos el orden en el camarote y el aseo del baño, porque pasaban revista. Ese era el diario vivir”.
Desde el momento del zarpe, el trabajo como OFM comenzó. Las tareas de observación e identificación de ballenas, delfines y otras especies marinas asociadas al recorrido se hacían desde la cabina de mando y del puente, con jornadas de trabajo de 12 horas diarias con periodos de descanso.
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Los primeros delfines registrados
El 17 de diciembre, la expedición transitaba por aguas panameñas con rumbo hacia el canal de Panamá. "Durante ese día tuvimos el registro de un grupo de delfines nariz de botella (Tursiops truncatus). Se acercaron al buque y, por un par de minutos, se favorecieron de la estela de la embarcación para ahorra energía, y posteriormente se perdieron en el mar y no los volvimos a ver".
Después de un tránsito de entre 8 y 10 horas por el canal, la expedición llegó al Pacífico. Ese día se registraron delfines listados (Stenella coeruleoalba). Sin embargo, por la velocidad del buque (de 14 a 15 nudos ó 30 km/h) el avistamiento duró pocos segundos.
El día 20, el buque entraba a aguas ecuatorianas. “Allí, observamos un grupo de tres individuos de Zifio de Cuvier (Ziphius cavirostris), a pesar de que son animales de comportamiento solitario. Ese mismo día, registramos un cachalote que se dejó ver muy bien a pesar de estar lejos. Es un animal críptico que no es fácil de ver, pero este cachalote permaneció unos minutos flotando en la superficie, además su soplido de exhalación alcanza una altura considerable, se dirige hacia adelante y a la izquierda de su cabeza, porque respira solo por una de sus dos fosas nasales, ya que la otra está atrofiada. Además, tiene una serie de protuberancias hacia la zona de la aleta caudal y una serie de líneas o estrías en el cuerpo", explica Adrián.
Al pasar por el meridiano cero o línea del Ecuador, comúnmente conocido como "La mitad del mundo", hay una tradición entre los marinos en la cual el capitán del navío da su autorización para que se recite una carta a "Su Majestad el Rey Neptuno", y que los navegantes neófitos pasen una serie de pruebas y obstáculos, sean bautizados, hagan una ofrenda simbólica y puedan proseguir su travesía, con condiciones favorables a través de las fuertes aguas del Pacífico Sur, con la gracia de Neptuno.
La expedición dejó atrás el Ecuador y llegó a aguas peruanas. “Es interesante entender que, en el paso por esta zona, se registraron muchos avistamientos debido, en parte, a la corriente oceánica de Humboldt. Por eso, Perú es un país tradicionalmente pesquero, con una alta productividad. Las condiciones físicas y químicas del agua favorecen la productividad primaria y un crecimiento poblacional de diferentes especies", explica el biólogo. En el registro, quedaron delfines comunes de hocico corto (Delphinus delphis), delfines nariz de botella (Tursiops truncatus) y aproximadamente 20 calderones negros (Globicepahala melas) y algunas tortugas marinas.
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Navidad y Año Nuevo fuera de casa
El día de navidad, el buque ARC “20 de Julio” llegó a aguas de Chile, y allí se reconocieron más de 50 individuos de delfines comunes de hocico corto, en dos grupos. "Esa noche de navidad fue tensa, todo el mundo pensaba en sus familias, hubo llantos y alegrías. Compartimos una cena especial, junto con un brindis por los seres queridos, por continuar con una buena navegación y por la oportunidad de posicionar a Colombia en este tipo de escenarios internacionales” recuerda Adrián y continua: “Al otro día todo siguió normal. Sin días festivos, y siempre había que estar disponibles ante cualquier eventualidad". El 27 de diciembre fue el primer día en que los tripulantes de la expedición soportaron la primera jornada, de varias, en donde el océano expuso sus condiciones duras para la navegación.
En la ciudad de Valparaíso, en el litoral central de Chile, el embajador de Colombia en ese país le dio la bienvenida a los expedicionarios, quienes además tuvieron un receso de sus actividades diarias y visitaron este puerto chileno. Durante esta visita, la expedición fue invitada a la Universidad de Playa Ancha, en Viña del Mar, para presentarse en un simposio e intercambiar experiencias y saberes entre los investigadores chilenos y sus pares colombianos.
Los navegantes recibieron el año nuevo presenciando el espectáculo de fuegos artificiales que les ofreció Valparaíso, visto desde la posición privilegiada que les daba el buque atracado en el muelle “Molo de Abrigo” de la Base Naval de la Armada de Chile. El primer día del año, la expedición zarpó de nuevo rumbo hacia el continente Blanco.
De nuevo, el océano mostró que en cualquier momento puede imponer fuertes y duras condiciones. La escala de Beaufort, que determina la intensidad del viento con base en el estado del mar, las olas y la fuerza del mismo viento; registraba entre 6 y 6,5 de un máximo de 12. Durante la jornada, se registraron lobos marinos de dos pelos (Arctocephalus australis), así como un pez luna (Mola mola). Al tercer día del año, se registraron delfines australes (Lagenorinchus australis), y aumentaron las colonias de los lobos marinos ya registrados.
La ruta llevó a la expedición a adentrarse en los canales Patagónicos, un archipiélago de numerosas islas y canales en donde confluyen las aguas saladas del mar y las dulces que provienen de las altas montañas de los Andes. “Hace millones de años, esta zona era una cadena montañosa que por procesos geologicos como el movimiento de las placas téctonicas, el hundimiento y el derretimiento de zonas glaciares, generaron estos canales. En la zona, se navega bajo el mando de marinos chilenos expertos, dado que la profundidad puede variar y existen unos puntos específicos para el tránsito.”, explica Adrián.
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Ballenas jorobadas a la vista
Al pasar por la Isla Carlos III, en el Estrecho de Magallanes, hay una zona delimitada como santuario para la protección de la fauna marina y allí se avistaron las primeras ballenas jorobadas durante el trayecto hacia la Antártida. “También pasamos por un sitio llamado La Cruz de los Mares, que es el punto más austral de América”. Al pasar este punto, la expedición se dirigió hacia el canal del Beagle, nombre dado en homenaje al barco británico HMS Beagle que navegó por esta zona entre 1826 y 1830.
El tránsito por la zona argentina de Ushuaia, le recordó a Adrián su trabajo realizado con mamíferos marinos y aves australes en el Museo y Laboratorio de Acatushún. El 10 de enero, la expedición arribó a Puerto Williams, que es una población constituida en su mayoría por personal militar de la Armada de Chile, y de allí navegaron hacia el Pasaje de Drake, el último paso antes de llegar a la Antártida…
“El mítico paso de Drake nos trató bien”
Por la confluencia de corrientes, masas de agua y vientos cálidos y fríos, las condiciones climáticas en el paso de Drake pueden cambiar violentamente: el mar puede estar calmado, y de un momento a otro la visibilidad es muy baja, se pueden presentar vientos de más de 70km/h y olas de más de 10 metros de alto. “Afortunadamente, nos trató bien, el mar estaba calmado, era como una piscina y tuvimos la oportunidad de observar delfines oscuros o Dusky (Lagenorhynchus obscurus)”, explica el biólogo de Omacha.
Tres días después, la III Expedición Científica de Colombia a la Antártida "Almirante Padilla" entró propiamente a aguas del Círculo Polar Antártico.
“Allí comenzamos a ver los bloques de hielo. Éstos tienen una nomenclatura dependiendo del tamaño, de la forma y la coloración. Hay unos que les llaman «gruñones», porque no se ven y se escucha un gruñido en el agua, generado por la liberación de aire en su interior. También están los «gemelos», que es un bloque de hielo dividido por la erosión del viento y del agua, y se encuentran témpanos que pueden medir 100 metros de largo y más de 50 de alto”.
La primera parada en la Antártida fue en la Base Antártica Española Juan Carlos I. En ese punto, los expedicionarios intercambiaron conocimientos y experiencias con los científicos españoles allí apostados. Se realizaron sobre vuelos en helicóptero con glaciólogos españoles, con el propósito de tomar datos y evaluar el derretimiento de la superficie de algunos glaciares allí presentes. Además, se registraron pingüinos Papua (Pygoscelis papua), y se observaron más ballenas jorobadas, en cercanías de la isla Livingston.
“Al estrecho De Gerlache, llegamos el día 14. Tuvimos que transitar a muy baja velocidad para no chocar con la gran cantidad de hielos que había, junto con el apoyo de un experimentado capitán de la Armada chilena y la tripulacion del ARC 20 de Julio, la tensión durante el tránsito fue disminuyendo cada vez que nos adentrabamos más por el estrecho.”, recuerda Adrián. Durante este trayecto, se registraron 17 avistamientos de ballenas jorobadas y al final del tránsito por esta zona, la expedición arribó a la Base Chilena Presidente Gabriel González Videla en donde encontraron una colonia de pingüinos papua (Pygoscelis papua) y fotografiaron a uno de ellos albino.
La Base Chilena Yelcho fue la siguiente parada. En cercanías a esta zona, había un grupo de jorobadas (Megaptera novaeangliae) alimentándose, focas cangrejeras (Lobodon carcinophagus) y otras colonias de pingüinos Papua.
“El 16 de enero llegamos la base estadounidense Palmer, en la Isla Anvers, en donde tuvimos la oportunidad de conocer al científico Nick Keller, de la NOAA National Oceanic and Atmospheric Administration, quien trabaja con la doctora Susana Caballero de la Universidad de los Andes, en genética de cetáceos. Además, visitamos la ZAEP-Nº 113 (Zona Antártica Especialmente Protegida)” que se designa con el fin de proteger valores científicos, estéticos, históricos o naturales “… en donde registramos colonias de elefantes marinos (Mirounga leonina), pingüinos Adelaida (Pygoscelis adeliae) y petrel gigante (Macronectes giganteus). Allí, los científicos estadounidenses hacen seguimiento satelital a las colonias de estos pingüinos y también monitorean las hembras anidantes del petrel gigante, ave que alcanza una envergadura de casi tres metros de largo al momento de volar. Ese mismo día, registramos un grupo de jorobadas.”, explica Adrián.
La expedición continúo su trabajo por las aguas del continente blanco. Después de visitar la base Palmer, navegaron cerca a la isla Trinidad, en la bahía Mikkelsen. Allí, el equipo de investigadores trabajó con un mareógrafo para medir el aumento o disminución de la marea en esta zona, e hicieron cartografía. Por otro lado, los Observadores de Fauna marina registraron la fauna marina asociada a esta área, entre la que se destacan pingüinos Papua, lobos antárticos (Arctocephalus gazella), foca de Weddell (Leptonychotes weddellii), foca cangrejera y una ballena jorobada alimentándose: “Fue un avistamiento interesante, de casi 30 minutos, y el agua se veía un poco roja por la alta densidad de krill. También hay un registro por confirmar de ballena Minke o tal vez de ballena Sei”, puntualiza.
Cerca a la Base Antártica Primavera, de la República Argentina, se registraron más ballenas jorobadas y las primeras colonias de focas leopardo (Hydrurga leptonyx). En esta zona, hay un cerro llamado Las Tetas y es un área de alta ocurrencia de jorobadas por la oferta de krill.
En el tránsito hacia la isla Nansen, “Hicimos una salida en un bote zodiac, registramos ballenas jorobadas y un grupo de siete orcas (Orcinus orca) en comportamiento de caza, posiblemente tras una cría de jorobada. Eran seis hembras y un macho, en una formación de línea recta para atacar a su presa”.
En gran parte del tránsito por la Península Antártica y sus alrededores, los investigadores registraron la presencia de unos organismos marinos conocidos como salpas o pirosomas, “Es preocupante la abundancia asociada de estos organismos a zonas de alimentación de ballenas jorobadas, al parecer estos organismos estan desplazando la principal fuente de alimento, que es el krill; pues se evidenció a varios individuos de jorobadas alimentandose de estos organismos”, explica Adrián.
El día 26, la expedición transitó por el área de la isla Decepción, la cual es el cráter de un volcán y en su interior es posible encontrar aguas termales. El buque fondeó y los investigadores visitaron la Estación ballenera noruega Hektor, ya abandonada. Posteriormente, navegaron a la Base Naval Chilena Capitán Arturo Prat y a la Base Argentina Carlini, en la isla Rey Jorge.
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“Ese barco se movía como si se fuera a acabar el mundo”
Para el día 30 de enero, la expedición salía de aguas de la Antártida y tomaba rumbo hacia el paso de Drake. El último día de enero el mar no fue benévolo con los navegantes y durante dos días desplegó su poder, con olas de más de ocho metros de altura y vientos de más de 100 km/h. De esta forma, la expedición se despedía del continente Blanco y comenzaba su largo retorno a casa, el cual finalizó el 1 de marzo, de nuevo en el puerto de Cartagena.
“Durante el regreso, registramos una ballena azul (Balaenoptera musculus), delfines comunes de hocico corto (Delphinus delphis) y lobos australes (Arctocephalus australis) en aguas de Chile. Ya en Perú, en el puerto del Callao, nos visitaron funcionarios del Instituto del Mar del Perú – IMARPE con quienes intercambios experiencias científicas”, comenta Adrián y continúa: “También registramos una gran cantidad delfines nariz de botella (Tursiops truncatus), los cuales se estaban alimentando, cerca a la Isla Guanapo. Además, en la zona Punta La Negra observamos más delfines comunes de hocico corto. Cuando arribamos a bahía Málaga, en el Pacífico colombiano, avistamos dos individuos de la especie Delphinus delphis. Al salir del Canal de Panamá, y entrar al Caribe colombiano, el mar se puso fuerte de nuevo y el 28 de febrero estábamos cerca a Cartagena.”
El 1 de marzo, la III Expedición Científica de Colombia a la Antártida "Almirante Padilla" arribó al puerto de Cartagena, donde fue recibida por la Armada Nacional de Colombia y finalizó oficialmente.
“El silencio es abrumador”
“Tuvimos una buena representatividad de la fauna asociada a la dinámica migratoria de las jorobadas. Registramos en total 264 avistamientos e identificamos 1.353 individuos de mamíferos marinos. Además, reconocimos 42 individuos de jorobadas por medio de fotoídentificación, utilizando las fotos de las aletas caudales tomadas durante el transito de la expedición hacia la Antártida.
La información recolectada servirá para determinar qué individuos migran entre el Pacífico y la Antártida, y con estos datos se puede establecer qué individuos son frecuentes y estimar abundancias. De igual forma, contribuye al catálogo internacional de ballenas y a diferentes plataformas de divulgación, así como a la consolidación de artículos científicos.
“Colombia está en un proceso de transformación política, de uso del territorio y su biodiversidad, y con el tema de las jorobadas se expresa en el ecoturismo, actividad que crece en el Pacífico. Para las personas que se benefician de esta actividad y las que acceden a ella, debe ser importante entender la importancia de tener una alta tasa de nacimientos de jorobadas (en el Pacífico colombiano), y la conexión existente y directa entre algo tan lejano como es la Antártida y nuestra costa Pacífica”.
Los cetáceos, especialmente las ballenas jorobadas, es grupo de estudio magnífico. Por medio de la información generada a través de ellas y su relación con las diferentes áreas del conocimiento: oceanografía, hidrología, biología, química, microbiología, entre otras; se puede entender y trasmitir la importancia y relevancia que requieren estos organismos y la biodiversidad para el desarrollo económico, científico y de conservación del país.
“Estuve en un sitio en el que muy pocas personas han estado. Cuando uno llega a la Antártida, siente una energía y un poder inexplicable. El silencio es abrumador, y el haber estado en esa zona del planeta es un privilegio… También está esa incertidumbre de ser insignificante, además de poder entender, desde nuestro trabajo, que hay organismos adaptados a estas condiciones extremas y cambiantes, y que son capaces de desarrollarse en estas dinámicas en un equilibrio perfecto. La Antártida es, como dice un amigo, una “biblioteca viva” porque almacena la información climatológica, hidrológica y geológica desde los inicios del planeta y que muy poca gente tiene la oportunidad de leer. Como biólogo e investigador de Omacha tengo la responsabilidad y el deber de transmitir todo esto, de acercar a la gente del común a algo desconocido y que por derecho deben conocer. A nivel personal me permitió reflexionar y evaluar muchas cosas de mi vida.” Con estas palabras, Adrián Vásquez, termina el relato de esta experiencia.
Esta expedición estuvo coordinada y dirigida por la Comisión Colombiana del Océano, la Dirección General Marítima y la Armada Nacional de Colombia, en el marco de la segunda fase del Programa Antártico Colombiano el cual pretende navegar con naves propias al continente blanco para realizar investigación científica continua y significativa en el proceso de incorporación de Colombia como miembro consultivo en el sistema del Tratado Antártico.
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Datos de interés
Ballena jorobada (Megaptera novaeangliae)
- La ballena jorobada o yubarta es un mamífero, respira utilizando pulmones a través de una nariz o espiráculo localizado en la parte superior de la cabeza, y alimenta a sus crías con leche materna.
- Al nacer, la cría mide entre 4 y 4,5 metros y pesa 680 kilos aproximadamente. En la adultez, alcanza a medir entre 11,5 y 15 metros y pesar hasta 30 toneladas. Las aletas pectorales pueden medir hasta 4 metros. Su aleta caudal se ubica encima de un montículo o “joroba”.
- El patrón de coloración de la parte interna de las aletas caudales, como su forma, permite identificar e individualizar a los individuos de esta especie.
- Utiliza una serie de “barbas” de queratina que cuelgan de la mandíbula superior para filtrar grandes volúmenes de agua y así atrapar su alimento, que está constituido principalmente por krill, peces y crustáceos.
- Etimología: mega significa grande y ptera, ala. La palabra yubarta se deriva de la raíz vasca xibarte, que en español se traduce como joroba.
- Su esperanza de vida es de 50 años, con registros de individuos de más de 60.
- Las jorobadas que llegan al Pacífico colombiano lo hacen desde la península Antártica y el estrecho de Magallanes, recorriendo 8.500 km aproximadamente. En el mes de julio, llegan las primeras ballenas, buscando aguas cálidas para reproducirse, parir y criar a sus ballenatos (crías). Las jorobadas no permanecen en la misma zona. Hay grupos que regresan al Pacífico ecuatoriano y otros siguen hasta Panamá y Costa Rica. Por lo general, los machos regresan pronto al sur de Chile y a la Antártida, una vez se aparean. Las madres y los recién nacidos permanecen en la zona por cuatro meses para que las crías se alimenten de leche y crezcan lo suficiente para emprender el viaje, en noviembre, al sur.
Información relacionada
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