El Distrito de Manejo Integrado Cispatá, La Balsa y Tinajones es un área protegida declarada en el 2006. Fue la primera de carácter regional y de influencia marino – costera con el objetivo de conservar áreas de manglar en Colombia. Se encuentra en el departamento de Córdoba y la conforman 27.809 hectáreas (ha) en los municipios de San Antero, San Bernardo del Viento y Santa Cruz de Lorica. Esta zona de ciénagas estuarinas y marinas, posee ecosistemas estratégicos de bosque seco, manglar y humedales de agua dulce; los cuales están amenazados en su integridad por el cambio climático global, debido al ascenso del nivel del mar y el aumento de temperaturas. De igual forma, la parte baja de la cuenca del río Sinú posee importantes relictos boscosos, refugio para la fauna desplazada por actividades agrícolas y pecuarias.
El objetivo de los Distritos de Manejo Integrado (DMI) es constituirse en modelos de aprovechamiento racional de los recursos naturales. Dentro de los criterios de desarrollo sostenible deben ordenar, planificar y regular el uso de estos recursos y las actividades económicas que allí se desarrollen. La adopción y ejecución del Plan Integral de Manejo del DMI Cispatá, la Balsa, Tinajones y sectores aledaños, está a cargo de la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y San Jorge (CVS) y los actores locales. Desde el 2013 la Fundación Omacha los está apoyando en esta labor.
El DMI posee 11.700 ha de manglar bajo dos Planes de Aprovechamiento y Uso Sostenible (el de San Antero y el de San Bernardo del Viento). Un estimado de más de 400 familias aprovechan la madera del manglar para construcción y los recursos pesqueros. Por ejemplo, el 20% de la comunidad de San Antero tiene en la pesca su sustento de vida. El ecoturismo ha tomado gran impulso y cada vez acuden más turistas, investigadores, y estudiantes de colegios y universidades.
Las comunidades reconocen el área, participan de los procesos que se dan en ella y su vivienda se circunscribe a los cascos urbanos de los municipios. Sin embargo dentro del área en el sector de Caño Grande (antiguo cauce del río Sinú) habita sobre un humedal, una comunidad arraigada culturalmente allí desde los años 60. Han desarrollado agrosistemas que no utilizan químicos, hacen vedas de pesca y control de mallas para captura de bocachico por encima de su madurez sexual. Este es un ejemplo de conservación y autoregulación de la comunidad que vale la pena destacar.
Tierra de mangle
En el periodo precolombino, los pobladores del bajo Sinú fueron los Zenúes, para quienes el agua fue un elemento clave del desarrollo de su economía y cultura. Vivieron en equilibrio con los humedales y se adaptaron a los pulsos del agua de este territorio anfibio, por ejemplo, gracias al uso de canales de drenaje en forma de espina de pescado y a cultivos en huertos elevados.
Hoy día 8.570 ha de manglar del DMI se conservan en Cispatá. De estas, 4.600 ha se dividen en 13 parcelas que gracias al plan de aprovechamiento benefician la comunidad a través de sus asociaciones de mangleros organizados. Cada año se activa una parcela tras el correspondiente inventario forestal con el acompaña-miento de la comunidad, el establecimiento de topes de aprovechamiento y la resolución respectiva expedida por la Corporación. De esta manera la rotación garantiza que la extracción de los recursos se haga de manera selectiva y sostenible.
La conservación de los ecosistemas de mangle es estratégica por diversas razones. Su alta productividad en recursos pesqueros es dada por la confluencia de aguas dulces y saladas. Ofrecen protección a las costas ante marejadas, tormentas e inundaciones, y son refugio y hábitat para aves, reptiles y mamíferos. Su vegetación es fuente de compuestos medicinales y tinturas, y sus flores propician que abejas nativas elaboren una miel de mangle estimada por su sabor único.
En la bahía de Cispatá, el interior de caño Mocho es una muestra de este ecosistema, sala cuna donde las raíces albergan las primeras etapas de innumerables especies de peces, crustáceos y anfibios. Un recorrido por su cauce hace las delicias de cualquier turista y brinda la oportunidad de encontrar caimanes aguja, cuya población logró recuperarse gracias al trabajo de Asocaimán (Asociación de antiguos cazadores de la especie).
Favoreciendo el desarrollo sostenible en el DMI
Las tierras del valle del Sinú son fértiles y productivas. Esto facilita el desarrollo de patios productivos que la CVS en convenio con la Fundación Omacha han impulsado, y que han logrado el cultivo de alimentos como berenjena, habichuela, ñame, yuca, arroz y ají, favoreciendo la seguridad alimentaria de las comunidades y generando productos para comercialización en Córdoba y otros departamentos de la región Caribe.
En este mismo escenario, además de los patios productivos, se ha generado una alternativa sostenible orientada al aprovechamiento de las abejas nativas, conocidas como meliponas. Resaltamos el caso de COVICOMPAGRA, una comunidad a la que se ha capacitado y acompañado en el desarrollo de colmenas de abejas sin aguijón (meliponas) para el aprovechamiento de su miel, la cual es reconocida por sus valores medicinales. A este proceso se suma un grupo del sector de la Balsa, que se ha beneficiado con la instalación de colmenas y la capacitación en meliponicultura. Se suman también otros beneficios adicionales como el ecoturismo y la valoración de los productos de las huertas comunitarias impulsadas.
Tierra de carbono azul
Se llama carbono azul al dióxido de carbono (CO2) – gas de efecto invernadero- almacenado en los ecosistemas costeros y marinos como manglares, marismas y pastos marinos. Estos ecosistemas al secuestrar y almacenar grandes cantidades de CO2 en su vegetación, suelos y sedimentos, son una pieza esencial de la solución al cambio climático global.
La restauración y conservación de manglares y otros hábitats costeros constituyen al DMI en un sumidero carbono de la mayor importancia para el planeta, lo cual le abre hacia el futuro, las puertas de acceso a los mercados de carbono, plataforma internacional para comprar y vender compensaciones de carbono. Una organización o empresa puede comprar créditos de carbono para compensar las emisiones de CO2 que no puede reducir en sus procesos de operación. Es decir, un inversor puede apoyar la restauración y conservación de humedales mientras recibe compensaciones de carbono a cambio.
La Iniciativa Carbono Azul es un programa global que trabaja para mitigar el cambio climático a través de la restauración y el uso sostenible de los ecosistemas costeros y marinos. Reúne a gobiernos, instituciones de investigación, organizaciones no gubernamentales y comunidades de todo el mundo. La coordina Conservation International (CI), la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (COI-UNESCO). Se espera que con el apoyo de Conservación Internacional Colombia, el DMI pueda analizar su potencial como oferente de bonos de carbono azul para beneficiar tanto la conservación de sus ecosistemas como la ejecución por ejemplo, de los proyectos Plan Vivo que las comunidades tengan en curso.
Invitación a conocer el DMI
La Bahía de Cispatá, La Balsa y Tinajones es una región única del Caribe colombiano. Su gente trabaja unida de la mano de la institucionalidad para sacar adelante los objtivos de bienestar, desarrollo sostenible y conservación. Invitamos a acercarse al área protegida, a apoyar los emprendimientos productivos de sus comunidades y la protección de sus humedales, bosque seco y fauna silvestre.
Por lo pronto, la Fundación Omacha como aliada de la CVS, se compromete a que su trabajo beneficie a las comunidades y conserve la riqueza del área, un verdadero patrimonio natural de Colombia y el mundo.